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¿Qué es la demencia? ¿Se puede prevenir o tratar?

El psicólogo Pablo Sastre publica este artículo para el blog de Neuropsicología y Salud de la Consulta, en el que explica en qué consiste la demencia y cuáles son los objetivos en la intervención neuropsicológica en esta enfermedad.



La palabra “demencia”, compuesta etimológicamente por el prefijo de (ausencia), el lexema mente (mente) y el sufijo ia (condición o estado), por lo que, en un origen se entendió como la “condición en la cual se pierde la mente”. A día de hoy, la palabra “demencia” en Medicina y Psicología hace referencia a la pérdida o deterioro de la capacidad cognitiva, que se aplica a un conjunto de síntomas que definen el síndrome demencial. Este síndrome se contextualiza según Belloch, Sandín y Ramos (2009) como “un síndrome de carácter orgánico y etiología múltiple, que da lugar a déficit cognitivos, motores y sociales muy diversos y que también implica cambios en la personalidad del sujeto” (p. 620).


Como consecuencia de esto, este problema afecta de manera directa en la calidad de vida de las personas ya que limita la capacidad intelectual de quien lo sufre y, por tanto, tiene un efecto negativo en su adaptación personal, social y laboral.


Pero entonces ¿todos vamos a tener demencia en un futuro? La respuesta es que no. Según Belloch, Sandín, y Ramos (2009), la demencia no es una “natural evolución del envejecimiento”, aunque podría confundirse con esto debido a su alta prevalencia (según Villarejo et al., (2021), entre el 4% y el 9% de la población mayor de 65 años) y el aumento de la esperanza de vida. Pero hay que destacar que alrededor del 80% de las personas de avanzada edad no sufre pérdidas de memoria tan notables ni otros síntomas que caracterizan a la demencia.


Existen distintos tipos de demencia, pero todas tienen en común: alteraciones en la memoria (a largo plazo, explícita y episódica), déficits en las funciones ejecutivas, alteraciones en la conducta y la personalidad, apraxias, agnosias, problemas de lenguaje y dependencia en las actividades de la vida cotidiana (Cano, 2007).


Existen tres tipos de demencia (Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, 2016):


1) Las demencias degenerativas primarias, son aquellas sin causa conocida. Entre ellas se encuentran la enfermedad de Alzheimer (EA), la Demencia Frontotemporal (DFT), Demencias por Cuerpos de Lewy (DLB) y las Demencias Asociadas a la Enfermedad de Parkinson (PDD).


2) Las demencias secundarias, que se presentan como un síntoma secundario de otras enfermedades (por ejemplo el hipotiroidismo o enfermedades infecciosas).


3) Las demencias combinadas o mixtas, que son aquellas que se presentan de manera conjunta, de etiología múltiple.


Dentro de todas estas, cabe destacar que la más prevalente es la demencia degenerativa primaria tipo Alzheimer, que representa cerca del 60% de todas las que se diagnostican (Rodés y Guardia, 1993).



Intervención Neuropsicológica en la demencia


En el caso del deterioro cognitivo, la prevención primaria es fundamental ya que una detección temprana de un daño cognitivo leve que pudiera, en un futuro, evolucionar a una demencia, posibilita la puesta en marcha de una intervención temprana que sea capaz de enlentecer el deterioro cognitivo irreversible.


No hay que perder de vista que el objetivo del tratamiento no es “curar la demencia” ya que el daño cerebral es, en gran medida irreversible, sino que los objetivos principales de la intervención neuropsicológica son (Muñoz-Céspedes et al., 2001):


■ Promover la autonomía.


■ Psicoeducación a la familia.


■ Maximización de la capacidad de la familia para manejar los déficits.


■ Lograr una aceptación realista del impacto del déficit en la familia.


■ Entrenamiento en estrategias compensatorias, si fuese necesario.


■ Adaptaciones ambientales, si fuesen necesarias.


■ Alcanzar la máxima recuperación posible.


■ Creación de hábitos y rutinas.


■ Análisis de las implicaciones de las alteraciones neuropsicológicas en la vida diaria.


Zangwill (1947) enumeró las que siguen siendo las estrategias de rehabilitación neuropsicológica, y los divide en dos tipos de métodos: los métodos directos y os indirectos.


Los métodos directos se basan principalmente en la restauración (bottom-up), es decir, en el reentrenamiento y la recuperación de la función deteriorada a través del entrenamiento directo sobre el proceso disfuncional. Para la recuperación o mejoría de los procesos cognitivos suele emplearse la repetición de tareas, con el objetivo de entrenar la red neural implicada en su ejecución, buscando facilitar el crecimiento axonal y/o la estimulación de vías alternativas.


Los métodos directos se basan sobre en la compensación y la sustitución. La compensación (top-down) es la reorganización de procesos no alterados por el daño cerebral, buscando potenciar las habilidades de las que la persona sigue disponiendo para suplir, de este modo los déficits que la demencia (en este caso) trae consigo. La técnica de la sustitución (bottom-up) está basada en educar en estrategias a través de ayudas externas o adaptaciones ambientales que ayuden a minimizar los problemas, dificultades o la discapacidad del paciente.


En conclusión, es importante saber que la demencia no es lo mismo que el envejecimiento normal, sino que supone un deterioro significativo de la capacidad cognitiva y que afecta negativamente al ámbito personal, laboral y social de la persona. Es importante también tener en cuenta que, aunque no es curable, sí es tratable con una intervención de rehabilitación neuropsicológica que permita recuperar parte de las funciones deterioradas y frenar el deterioro cognitivo que la demencia trae consigo. Además, la demencia se puede prevenir a través de un programa de intervención temprana basado en el entrenamiento cognitivo y la estimulación mental además de otros cuidados en, por ejemplo, la alimentación, el sueño o la actividad física.


Pablo Sastre Ortega

Psicólogo y Maestro



Referencias


Belloch, A., Sandín, B. y Ramos, F. (2009). Manual de psicopatología, Volumen II. Madrid: Mc Graw Hill.


Cano, C.A. (2007). Tratamiento de las demencias. Revista Colombiana de Psiquiatría, 36 (1), 157-174.


Custodio, N., Montesinos, R., & Alarcón, J. O. (2018). Historical evolution of the concept and new diagnostic criteria for Dementia. Revista de Neuro-Psiquiatría, 81(4), 235-249. https://dx.doi.org/10.20453/rnp.v81i4.3438


Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. (2016). Estrategia en Enfermedades Neurodegenerativas del Sistema Nacional de Salud. https://www.mscbs.gob.es/organizacion/sns/planCalidadSNS/pdf/Est_Neurodegenerativas_APROBADA_C_INTERTERRITORIAL.pdf


Muñoz-Céspedes, J. M., Paúl-Lapedriza, N., Pelegrín-Valero, C., & Tirapu-Ustarroz, J. (2001). Factores de pronóstico en los traumatismos craneoencefálicos. Rev Neurol, 32(4), 351-64.


Rodes T., Guardia, J. (1997). Biología del envejecimiento. Editorial Masson. Edición Barcelona.


Villarejo, A., Eimil, M., Llamas, S., Llanero, M., López de Silanes de Miguel, C. y Prieto, C. (2021). Informe de la Fundación del Cerebro. Impacto social de la enfermedad de Alzheimer y otras demencias, Neurología, 36 (1), 39-49. https://doi.org/10.1016/j.nrl.2017.10.005


Zangwill, O. L. (1947). Psychological aspects of rehabilitation in cases of brain injury. British Journal of Psychology, 37(2), 60.

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