La psicóloga Inés Bárcenas y el psicólogo Carlos Salas colaboran con Yago Gonzalez en este artículo para el periódico Expansión.
Sébastien Bras, chef del restaurante francés Le Suquet, pidió la semana pasada a la Guía Michelin que le retirara sus tres estrellas para quitarse de encima “la presión” y cocinar con más libertad. Aunque en un principio la famosa guía gastronómica se opuso a la inédita reclamación, finalmente cedió. Polémica para unos, audaz para otros, la decisión de Bras indica que para algunos empresarios los galones de la fama no compensan porque suponen un factor añadido de responsabilidad pública y, por lo tanto, de estrés. Una balanza a la que también se enfrentan profesionales de todos los sectores.
“La presión que percibimos están determinados en muchos casos por la manera subjetiva en la que interpretamos la situación y nuestro papel en ella. En muchos casos, si interpretamos nuestro rendimiento laboral como equiparable a nuestra valía personal, el estrés aumentará notablemente”, explica Inés Bárcenas, psicóloga experta en counselling. “En muchas personas, el estrés se exacerba por la falsa creencia de que si no alcanzan determinadas metas laborales, su valía como individuos quedará incompleta”, asegura.
Carlos Salas, psicólogo especializado en estrés y ansiedad, coincide en el diagnóstico. “Si creemos que no tenemos que ser mejores que nadie, o quitamos el foco en los resultados para centrarnos en los procesos, difícilmente nos sentiremos presionados. Una pequeña parte de la presión en nuestro trabajo es ‘obligatoria’ (acudir al puesto, cumplir horarios y objetivos), pero la parte con mayor peso son las cosas que nos decimos para ayudarnos a cumplir con lo que creemos que debemos hacer. Por lo tanto, cuanto más necesitemos quedar bien, obtener resultados mejores y dar la apariencia de ser muy solventes, tendremos más presión y más estrés”, explica.
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