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Y resulta que eran personas

El doctor Carlos Chiclana publica este artículo para la revista Fila Siete, en el que señala las carencias éticas y morales de las que adolece el uso y abuso de la pornografía en el lenguaje cinematográfico, y alerta sobre la urgencia de que la legislación española se acomode a las exigencias europeas en materia de control parental.




A finales del año 2020, el mayor portal de “cine” pornográfico en la red retiró el 76% (10 millones) de sus vídeos y tanto Visa como Mastercard rompieron relaciones con ellos. ¿La causa? Un artículo en The New York Times denunciaba la presencia de menores, abusos y toda una ristra de desastres legales y morales. Parece ser que eran personas y no personajes. Esto era conocido, había sido denunciado y lo habían negado.


El sexo es parte de la vida y como tal el cine cuenta con ello. Además de la calidad técnica es necesaria una ética de la representación, como se muestra en series recientes como Manhunt (Filmin) y Honor (Filmin) que tratan temas muy difíciles -delitos sexuales violentos- sin mostrar imágenes innecesarias para la narración; o la española Dime quién soy (Movistar) donde la protagonista tiene abundantes relaciones y te enteras perfectamente gracias al uso del lenguaje cinematográfico, que cuenta lo que ocurre sin necesidad de sexo explícito, y se alía con la inteligencia del espectador.


También en 2020 Hayley Squires (Yo, Daniel Blake) protagonizó la miniserie Adult Material (Filmin) donde da vida a una treintañera que se debate entre su personaje de películas pornográficas (Jolene Dollar) y su persona como madre de familia (Hayley Burrows). El guion es sincero en su mayor parte, no pretende ser didáctico y hace pensar, que siempre se agradece. La realidad es que Jolene es una triunfadora y Hayley una mujer alcohólica, con rasgos histriónicos de personalidad, que ha sido violada en varias ocasiones y que sufre estrés postraumático, cuida de su casa y educa muy mal a sus hijos.


Pone el dedo en la llaga como ya lo hizo el documental de Jill Bauer y Ronna Gradus, Hot Girls Wanted (Netflix), que describe la trayectoria, personal y “laboral”, de diversas actrices porno. Cuando se estrenó en Sundance algunos críticos se enfadaron porque ya estaban hartos de que alguien les recordara que este problema existía, que era mejor dejarlo estar y mirar para otro lado. ¿Perdón? ¿Es que no nos queda conciencia social, ética y responsabilidad personal como comunicadores? Que tú no lo veas, no significa que no exista, dice un personaje en Adult Material.


Mientras por cada película que se produce en Hollywood se produzcan 27 películas pornográficas no podemos dejarlo estar, porque detrás de esas actuaciones hay muchas personas sufriendo, como denuncia Ismael López Fauste en su libro Escúpelo: crónicas en negro sobre el porno en España. Aunque se diga que quien se dedica a actuar en estas películas lo hace porque quiere, parece que no todos -y sobre todo no todas- tienen elección, sólo algunas. ¿Cómo han llegado hasta ahí? ¿Era eso con lo que soñaban personalmente de pequeñas?


Jolene es el personaje que oculta las carencias, heridas, traumas y abusos recibidos por Hayley. Tanto en las películas referidas como en Adult Material se muestra bien cómo se ven movidas de forma inconsciente en el triángulo Víctima-Agresora-Salvadora. Hayley fue víctima en primer lugar y después va cambiando de posición según las circunstancias le movilizan: se agrede a sí misma, a la familia y a los compañeros de trabajo; intenta ser la salvadora de una actriz debutante, lo que genera que vuelva a ser víctima de su pareja, de la industria y el sistema; lo anterior le lleva a buscar salvadores fuera de ella misma, pero no son eficaces y vuelve al papel de víctima.


¿Son personajes o personas? ¿Es sólo ficción? Durante años se ha caído en la trampa de llamarlo “entretenimiento para adultos”, como si hicieran un crucigrama, o de pensar que “sólo” eran unas imágenes subiditas de tono en modo Instinto Básico. Quien consume porno no es un personaje de ficción, es una persona real cuyo sistema nervioso responde, como explica uno de los proxenetas audiovisuales a la hija de Jolene cuando le dice que no debe empezar a fumar, que su cerebro es como plastilina. Algo parecido puede ocurrir con la pornografía, como están mostrando las últimas investigaciones científicas y divulga la plataforma www.daleunavuelta.org.


Pero el cine comercial, que refleja la realidad, no es ajeno a esta problemática que muestra en Shame (Steve Mc Queen, 2011), Amor sin control (Stuart Blumberg, 2012) o Don Jon (Joseph Gordon-Levitt, 2013). Las tres, con un reparto de altura, reflejan muy bien la problemática de estas personas normales que se quedan atrapadas en algo que está diseñado para generar salud y felicidad, y que algunos capitalizan y mercadean sin considerar que a ambos lados de la pantalla hay personas.


Así, la Unión Europea ha indicado que no podemos dejarlo estar y que todos los países miembros deben tener una ley audiovisual que proteja a los menores del acceso a estos contenidos. En España está pendiente, ya hemos sido multados por ello, y se espera que se haga durante el 2021. Diversos profesionales y activistas han informado a la ministra Nadia Calviño de la necesidad de que se apliquen las medidas más estrictas para que no se puedan emitir estos contenidos en horario infantil, que las plataformas lo indiquen expresamente y tengan apartados específicos, que los medios de ayuda parental funcionen bien. ¿Protegeremos a los menores de que series como Élite o Sex Education incluyan imágenes pornográficas?


Esperemos que venza el cine y que triunfen las personas.






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