top of page
  • Salvájemente libres

¿Cómo no me di cuenta antes?


No te pierdas el último artículo de nuestra sección Salvajemente Libres.


Este espacio está dedicado a ofrecer testimonios de mujeres que se han liberado de distintas violencias que se ejercían contra ellas:psicológicas, físicas, sexuales,laborales, institucionales, sociales, etc. Estas mujeres, acudieron a nuestra consulta en necesidad de ayuda para caminar hacia delante y cambiar de actitud frente a la vida. Tal como afirma el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española en la última acepción de salvaje, ellas viven ahora con una actitud “que no está controlada o dominada”. Libres.

Testimonio de una mujer que no llegaba a los 30 años y tuvo que salir corriendo de su casa, con una criatura en sus entrañas, y separarse para siempre de su agresor y padre de su hija.

El hombre está hecho por amor y para amar, y eso nos lleva a anhelar en lo más profundo de nosotros mismos, amar y sentirnos amados sin condiciones. En cómo construimos ese amor incondicional, está la clave.

Para querer bien al otro hay que quererse a uno mismo primero. Eso es cierto y todos lo sabemos. Para darse hay que poseerse, la primera pregunta entonces para poder amar debería ser: ¿nos queremos bien a nosotros mismos, nos poseemos? Y desde ahí empezar a construir…

Muchas veces nos autoengañamos creyendo que sí, que nos queremos y nos poseemos, o directamente es algo que damos por hecho y que ni siquiera nos paramos a pensar, y entonces, habiéndonos saltado el paso más importante, nos lanzamos al vacío en la apasionante aventura de querer a otro en busca del amor para toda la vida. Esa falta de conocimiento de uno mismo, a veces inconsciente, nos lleva a tomar decisiones equivocadas basadas en idealizaciones y no en realidades.

Una cosa es soñar, desear algo con fuerza y ponerse manos a la obra para conseguirlo, y otra muy distinta es idealizar la realidad. (“Considerar a una persona, una cosa o situación un modelo de perfección ideal, mejor de lo que es en realidad.”) lo que nos lleva a construir una vida falsa, un proyecto mal cimentado, que tarde o temprano se rompe. Y nos rompemos por dentro. Cuando idealizamos; el poder de la mente es tan fuerte que te lleva a ver solo aquello que estas ansioso por ver. Y como estamos ansiosos por que nos amen, vemos amor donde no hay amor.

Cuántas veces hemos pensado: por una vez no pasa nada, eso cambiará, irá a menos cuando me case. Incluso en detalles, en pequeñas cosas que en el fondo te chirrían. Cosas que no querrías que fueran así, aparentemente sin importancia, cosas que no sabes cómo explicarlas pero tú sabes que algo falla. Es entonces cuando te justificas, o incluso te culpabilizas y por “amor” por vuestro “amor tan fuerte” -que no es amor, sino el deseo de sentirte querida y de querer -, renuncias a ti misma, le quitas la importancia que tiene, y sigues poniendo ladrillos que lo tapen para seguir construyendo…

Y entonces tomas la decisión equivocada, y te casas. Y esos cimientos flaquean, y entran humedades, y cucarachas, y luego ratas, y cuando quieres darte cuenta ¡estáis invadidos! No se puede vivir ahí, tapas una y otra vez los agujeros como puedes para que nadie se de cuenta, ´estas casada, y ¡felizmente casada!´, además, ´acabas de construir esta casa… ¿Cómo no se va a poder vivir ahí?´ Y te repites sin parar: ´Si esto es lo que yo anhelaba, lo que yo más deseaba con todas mis fuerzas, y ahora… ¿qué está pasando?´

Lo que está pasando es que estamos tan bien hechos – a imagen y semejanza de Dios- que no podemos ser comprados a cualquier precio y solo nos llena el AMOR y no nada que se le parezca. Lo que pasa, es que te estás rompiendo. Has creído real algo que era idealidad. Y todo por un desordenado proyecto que ha empezado por conquistar a otro sin conquistarte a ti primero. Has hecho un todo de algo que solo era una pequeña parte. Y es que el amor no puede ser construido con solo una parte, es un TODO.

El amor no se razona, el amor no se sustenta en lo que te aporto, o lo que te doy, en lo que te cuido, o en lo que nos reímos juntos. No es lo que nos gustamos y atraemos, ni esa química que tenemos. No es lo bien que te hago sentir, ni lo buena que soy contigo y todo lo que te comprendo. Tampoco es todas las aficiones que tenemos en común, ni lo mucho que me gustas físicamente. No es que te sientas mejor conmigo, ni que te agrade mi compañía.

No es que te acompañe a cazar que tanto te gusta, ni a hacer planes de deporte. Ni lo bien que congeniamos. Tampoco es que te ayude con tu trabajo, que sea guapa o te gusten mis besos, ni que te encaje socialmente, o que le caiga bien a tu familia… El amor es mucho más que todo eso.

Pero ya estás casada, y una vez ahí, te das cuenta de que por muchos agujeros que tapes, cada noche todo se tambalea. Sentimientos muy fuertes de frustración y de decepción te ahogan, quieres que funcione a toda costa y no puedes, pones todo tu empeño en ello y no lo consigues, porque sola no puedes… Culpa, miedo y pena es ahora lo que te empuja a seguir remando por ese “amor tan fuerte que os teníais”.

Un miedo que te lleva a permitirlo todo, a pasarlo todo por alto, a servirle en todo, capaz de darle hasta tu último suspiro con tal de recibir un poco de “amor”, con tal de sentirte algo querida, algo valorada, algo amada. Mendigas el amor cual necesitado en la puerta de una Iglesia. Pero eso no es AMOR. El AMOR jamás se alimenta de la pena que me causa tu sufrimiento, ni del sentimiento de culpabilidad que me provoca no verte feliz, ni de la frustración que porque esto no funcione y mucho menos del miedo atroz que tengo a que no me quieras.

El amor es entrega mutua, de los dos. Una entrega total, correspondida y libre. Y para entregarse hay que poseerse y cuando la donación es parcial y no total y además hay miedo, culpa, frustración o pena significa que no te posees. Y de eso fue de lo que no me di cuenta.

217 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page