top of page
  • blog7684

Salvajemente libres


Con motivo del “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer” (25 de noviembre) inauguramos una sección mensual en nuestro blog: “Salvajemente libres”.

Este espacio está dedicado a ofrecer testimonios de mujeres que se han liberado de distintas violencias que se ejercían contra ellas: psicológicas, físicas, sexuales,laborales, institucionales, sociales, etc.

Estas mujeres, acudieron a nuestra consulta en necesidad de ayuda para caminar hacia delante y cambiar de actitud frente a la vida. Tal como afirma el Diccionario de laReal Academia de la Lengua Española en la última acepción de salvaje, ellas viven ahora con una actitud “que no está controlada o dominada”. Libres.

Nos tomamos la licencia de decirlo de forma más poética con un poema de LuisRamiro:

Salvajemente libre

La mujer a la que quiero

no busca príncipes azules

ni alguien que la rescate.

Ella es ciudad, puente,

lluvia y esperanza.

Está condenada a ser,

por encima de todo,

salvajemente libre.

NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE

“Y entonces llegó montado en su brillante armadura, elegantemente se bajó de su montura, se acercó con paso firme y cauteloso, suavemente se besaron, cruzaron miradas, unas suaves sonrisas, cruzaron sus labios, prometiendo amor eterno, y juntos se alejaron por el horizonte, hacia un futuro perfecto…”

Anhelando encontrar a alguien, o más bien deseando llenar un vacío que pensamos que tenemos acabamos, sin darnos cuenta, de relación en relación o aferrándonos a una relación que solo nos hace daño.

He optado por contaros mis experiencias, situaciones reales en las que me he encontrado, por si resuenan en vuestra propia vida o en la de alguien que queréis, porque si es así, entonces sé que necesitaréis ayuda para salir de ahí.

En un principio, iba a escribir sobre relaciones de parejas tóxicas, sobre cómo son y cómo entras sin darte cuenta. Sin embargo, al terminar de escribir mi historia,la leí de nuevo y no pude más que sorprenderme: ¿cómo pude no verlo?, es demasiado obvio. Pero, ¿y si realmente, cuando estás metida, no lo ves?

Empiezas una relación sentimental, en un principio todo es maravilloso, todo perfecto. Un día cualquiera, antes de salir a cenar, te dice: “no te pongas eso que te hace unas piernas horrendas”. Le miras y le dices: “¿de qué vas?”. Se acerca, te abraza y te mira a los ojos mientras te pide perdón: no quería decir eso, es que no te queda bien esa falda, no volverá a suceder. Pero lo volverá hacer, sutilmente.

En una cena con amigos repentinamente te quita lo que vas a coger para comer y te dice al oído, “no comas tanto de esto que te engorda”. En ese momento piensas:“¡pero si me veo genial, y mis amigas me dicen que estoy estupenda”. Sigues comiendo y lo dejas correr, haces como si no pasara nada. Aunque ésta vez sus palabras siguen resonando en tu mente, porque ya te lo ha estado diciendo: ‘esto te hace gorda,flaca, deforme…’. Aun así te lo tomas como un reto, empiezas a proponerte vestir mejor, comer más sano, hacer más ejercicio, quieres ser mejor para él.

En una conversación con sus amigos ofreces tu opinión, contradiciendo la visión general del grupo, y de pronto te interrumpe: “pero qué dices, que no tienes ni idea, para decir tonterías mejor estar callada”. Te quedas en silencio, impactada, ya no escuchas sus conversaciones, sino una voz interior que te dice: “¡eh!!!! eh!!! algo está mal!! sal corriendo!!”. Te armas de valor y se lo dices al volver a casa, a solas por supuesto. Te coge de la mano y su contestación se recubre con un tono y unas palabras de príncipe encantador: “¡oh! no me he dado cuenta, además estábamos hablando de política, y de eso no sabes mucho cariño. A veces es mejor quedarse callada, no vayan a reírse de lo que dices”. Y te lo crees, porque en tu mente, la voz que chilla pidiendo salir pitando se hace cada vez más tenue. Se abre camino la justificación:“¡bah! no es para tanto, además igual tiene razón y habría hecho el ridículo”.

A estas alturas, ya estás atrapada, pero no lo ves llegar; tu autoestima esta por los suelos, derrotada. Pero no te das cuenta porque estás demasiado pendiente de que todo siga siendo perfecto, de que todo siga su cauce, y aún en los días en los que se enfada por el minino detalle cedes, porque ha sido, bueno, un desliz.

Cada vez pasáis más tiempo juntos, dejando de lado los amigos, los tuyos por supuesto, él sale a veces con los suyos, pero tú esperas en casa a que vuelva. Si decides salir con los tuyos, él te acompaña porque “no se fía de lo que te pueda pasar” y por supuesto no intentas discutirlo, porque os va a llevar a la bronca del siglo. Así que callas, y no dices nada, porque total, no es para tanto.

Pero los enfados cada vez son más frecuentes, más repentinos, se van amontonando: “¿estás tonta o qué?, ¿a dónde vas con esas pintas?, ¿es que no tienes gusto?”. Y así, con pequeñas cosas, va demoliendo tu autoestima, sin apenas darte cuenta.Y al leer esto diréis: “pero si se ve claramente que está haciéndote daño, sal huyendo”. Pero no es así, porque al poco de haberte dicho esto vendrá como el caballero de armadura que conociste pidiendo perdón, que no quería decir eso, que estaba nervioso, ha tenido un mal día, que no quiere que te pase nada (os prometo que esta frase me la ha dicho más veces un te quiero). Y tú le perdonas.

Durante un periodo corto de tiempo todo volverá a ser maravilloso, caricias, sonrisas, besos, halagos...y olvidaras todo lo malo, los gritos, las regañinas, te aferraras a lo bueno que hay en esa relación. Pero un día te miras al espejo, y te das cuenta de que hay algo diferente en tu aspecto, algo que no reconoces, algo en ti resulta ajeno, similar pero distinto: tu reflejo adaptado a lo que a él le gusta.

Un día, saliendo del coche, que por supuesto él conduce, lo rozas con el bolso, y todo vuelve a empezar: “¡inútil!, ¿por qué no tienes cuidado? ¿estas tonta o qué?” Ae sas alturas ya piensas: “¡ostras! qué torpe soy!”, bajas la mirada y con una vocecilla dices “lo siento”.Tu postura, hasta entonces medianamente derecha, tiende a tener los hombros hacia adelante, ya no sonríes tanto como antes, pero eso no te lo notan los demás, finges sonreír, pero es una sonrisa triste y tus ojos te delatan. La comida no te sienta tan bien como antes, y estés donde estés prefieres pasar inadvertida, que no te vean, pasas a ser, o más bien a querer ser invisible.

¿Y qué puedo hacer?

Ahora os planteo una pregunta: a estas alturas de la relación, ¿qué haríais? Quizá incluso pensáis que os habríais dado cuenta y ya no estaríais ahí. Os invito a haceros una reflexión antes de continuar: alguna vez os habéis dicho: “tiene razón,mejor me callo no vaya hacer el ridículo”, “esto no me lo pongo que dice que no me queda bien”, “mejor me quedo en casa esperando, no le gusta que salga con estos amigos porque no le caen bien”, “es normal que se enfade tanto, soy un desastre”.

Si en alguna de ellas has respondido que sí, ¡ay amig@! estás en una mala relación. Y a no ser que hagas algo, ahí seguirás, con una ansiedad interior,anticipando la próxima bronca, que no sabes cuándo llegará, pero sabes que vendrá. Hablo de esa ansiedad que está por la mañana, por la tarde, por la noche, que te carcome, en constante estado de semi-alerta, te hace sentir atrapada y piensas que no hay salida. Pero no es verdad: SÍ HAY SALIDA.

No es fácil, pero se puede salir. Alguien me dijo una vez: “todo tiene solución, menos la muerte”, tenía razón. Es probable que en los primeros momentos no te descuenta del daño que le está haciendo a tu autoestima, pero llega el momento en el que tu cuerpo te lo dice, bien a través de tu estómago, o de tus dolores de cabeza, tus problemas para dormir, tus dolores musculares, tu cansancio. Ese es el momento deparar y escuchar lo que tu mente te dice: ¡Ya basta! no puedo seguir, esto va a acabar conmigo. ¡ESE ES EL MOMENTO! coge tus cosas y lárgate.

Normalmente no es fácil,pero ¿qué esperas? los cambios nunca son fáciles. A día de hoy, hay frases que me repito para no olvidar y no volver a caer en estos “aprendizajes”. Sí, aprendizajes habéis leído bien, no los considero errores, porque de todos ellos he ido aprendiendo y ahora soy otra persona, con nuevos conocimientos sobre mí, y sobre lo que no quiero en mi vida.

Por ejemplo, tengo claro que:

- prefiero estar sola que mal acompañada.

- merezco respeto.- estoy orgullosa de todo lo que he conseguido bien sola o con ayuda.

- no me da vergüenza pedir ayuda si la necesito.

Y sobre todo: puedo conseguir todo lo que me proponga siempre que sea bueno para mí.

Así que, si has llegado hasta aquí y en algún momento de la lectura te has visto identificad@, siento informarte de que estás en una mala relación y debes salir de ahí. Pide ayuda, cuéntalo, responsabilízate de rodéate de gente que te comprende y te hace sentir bien contigo misma.

Aunque te hayan mellado la autoestima, te hayan dicho que no vales; ¡recuérdate que no es así!

¡Tu vales mucho y mereces algo mejor!

Claves para la erradicación de la violencia de genero contra la mujer: haz click aquí para leer este artículo.


132 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page