Artículo publicado por Elena Serrano para el blog 'Sexo y Salud' del periódico ABC.
La sexualidad es una parte muy importante de nuestra vida y de las relaciones personales. Nos ofrece una oportunidad excepcional de acercamiento afectivo, de complicidad e intimidad con la otra persona. Asimismo, la satisfacción sexual es parte de nuestro bienestar personal.
En ocasiones, el exceso de estrés y preocupaciones, es decir la ansiedad, pueden interferir con la sexualidad. La ansiedad se define como un sentimiento de aprehensión y miedo caracterizado por síntomas físicos, psicológicos y cognitivos. En el contexto de estrés o peligro, estas reacciones son normales. Sin embargo, algunas personas se sienten extremadamente ansiosas con las actividades cotidianas, lo que puede resultar en angustia y deterioro significativo de la actividad normal, incluida la sexual.
De hecho, la ansiedad puede influir en cualquiera de las tres fases del ciclo de respuesta sexual: el deseo, la excitación y el orgasmo. Desde el punto de vista neurobiológico esta interferencia se debería una mayor activación del sistema simpático.
Las disfunciones sexuales son muy comunes en pacientes afectados por trastornos de ansiedad. Y en este sentido, a menudo, la disfunción sexual puede ser la primera razón para consultar a un médico.
Algunas manifestaciones de disfunción sexual que se asocian a la ansiedad serían:
Evitación de la sexualidad: Se puede evitar el momento de tener una relación sexual por miedo a tener un ataque de pánico durante las relaciones sexuales, tanto en hombres y mujeres. Parece ser un síntoma dentro del espectro de la agorafobia.
Disminución o pérdida del deseo sexual: Menor frecuencia de interés y pensamientos sexuales.
Autopercepción negativa: Las personas con ansiedad pueden percibirse como menos sensuales.
Sentimientos de rechazo a la sexualidad: Debido al miedo que genera el encuentro sexual.
Disminución de la excitación sexual: No sólo por los mecanismos fisiológicos que se alteran debido al estrés y que interaccionan con la respuesta sexual, si no también por una falta de motivación psicológica debida a este posible sentimiento de fracaso en la sexualidad.
Exceso de excitación sexual: Se ha descrito, sobre todo en mujeres, que la experiencia ansiosa puede ser el desencadenante de la excitación involuntaria genital y del clítoris.
Aumento de la conducta masturbatoria: Puede ser una conducta compulsiva. Como una estrategia para aliviar la ansiedad.
Distracción de los estímulos eróticos y del orgasmo: La ansiedad puede distraer de los estímulos eróticos y perjudicar la excitación sexual, principalmente a través de un aumento del tono simpático. Esto puede resultar en una mala erección en los hombres y una reducción de la lubricación y tumescencia del clítoris en las mujeres. Los pensamientos o sentimientos ansiosos pueden interrumpir el orgasmo.
La hiperatención al rendimiento y el miedo a la insuficiencia en el cumplimiento: Aunque es más frecuente en hombres, también se puede dar en las mujeres. Las emociones negativas, como la ansiedad o el temor a no cumplir con las expectativas de la pareja, representa una de las causas más comunes de la eyaculación precoz. Y también retardada. Las personas que están ansiosas durante las relaciones sexuales están preocupadas por el rendimiento sexual o la adecuación sexual, y estos pensamientos pueden distraer la atención a las sensaciones sexuales necesaria que precede al orgasmo (y la eyaculación).
Disminución del placer durante las relaciones sexuales y dolor durante las relaciones sexuales: En el contexto de ansiedad, las sensaciones placenteras durante las relaciones sexuales pueden disminuir en intensidad, como si estuvieran anestesiadas, y en ocasiones puede aparecer dolor. Una entidad especial es el dolor pélvico crónico. Aunque existen muchas causas físicas que podrían explicarlo, se puede asociar con una historia previa de trauma o de abuso sexual. Se han encontrado alteraciones similares en la estructura límbica tanto en pacientes con dolor pélvico crónico como en supervivientes de experiencias traumáticas que podrían explicar esta asociación.
Posibles consecuencias. El miedo al miedo…. o a la insatisfacción
En ocasiones, las personas afectadas por una disfunción sexual secundaria a la ansiedad pueden presentar síntomas reactivos a estas situaciones, como el miedo a que vuelva a ocurrir o la disminución de la satisfacción sexual.
Por ejemplo, ante la posibilidad de mantener una nueva relación sexual se puede disparar el miedo a que vuelva a ocurrir un nuevo episodio de disfunción sexual, o ansiedad por desempeño. Esta ansiedad podría facilitar la aparición de la disfunción sexual, por lo que podríamos entrar en un círculo vicioso.
En otras ocasiones, los acercamientos sexuales repetidos insatisfactorios, la vergüenza y la culpa secundarias pueden ser sentimientos muy potentes que bloqueen un nuevo acercamiento sexual.
La relación entre la ansiedad y la función sexual es compleja porque existe una influencia mutua y en ocasiones puede ser difícil distinguir cuál es la causa y la consecuencia.
Asimismo, la ansiedad y las disfunciones sexuales pueden ser diferentes expresiones del mismo proceso.
Las analogías en el sustrato neurobiológico y la buena respuesta a tratamientos similares, como la psicoterapia y / o los antidepresivos, parecen sugerir una raíz común de estas dos manifestaciones.
¿Qué podemos hacer?
La disfunción sexual puede ser la primera manifestación de un problema de ansiedad y en caso de que se mantenga en el tiempo o genere sufrimiento sería conveniente acudir a un profesional de la salud.
-Atenderlo
Si te ocurre, hay que presentarle atención para poder solucionarlo. Busca ayuda profesional y consulta fuentes fiables.
-Disminuir el nivel estrés
Reserva un espacio en el día a día, para hacer deporte, hacer cosas que te gusten, antes de llegar a casa. Cosas que te ayuden a desconectar del trabajo/estudios, para que cuando llegues a casa estés en una buena disposición hacia tu pareja.
El ejercicio físico moderado es uno de los mejores ansiolíticos y antidepresivos que existen. Basta con un paseo de 30 minutos a diario para que te empieces a sentir mejor.
-Aprende alguna técnica de relajación y de atención plena
Por ejemplo, mediante las técnicas de mindfulness o respiración diafragmática. Te permitirán por un lado bajar el nivel de ansiedad y por otro mejorar tu concentración ante los estímulos eróticos.
-Comunícate con tu pareja a lo largo del día más allá de los “deberes cotidianos”. Envíale mensajes que le demuestren cariño y que le deseas. Ve construyendo el erotismo.
-Comunicar a la pareja las dificultades y buscar una solución común. En ocasiones bastará con disminuir el nivel de ansiedad y la exigencia. Algunos mensajes tranquilizadores pueden ser “no hace falta que lleguemos hasta el final”, “si te pasa buscamos otra manera”, “vamos a tu ritmo, hasta donde puedas”. El contacto físico afectuoso suele ser uno de los tranquilizantes más potentes, así como la sensación de apoyo por parte de la pareja.
Esto último va a ser muy importante para cortar el círculo vicioso y evitar la ansiedad ante un nuevo encuentro sexual. Lo más importante es que, ocurra lo que ocurra, os sintáis seguros/as, sin exigencias; los dos a una.
-Puedes apoyarte en productos
Que mejoren por ejemplo la lubricación o intensifiquen las sensaciones sexuales.
-Reserva un espacio concreto y sin límite de tiempo para estar con tu pareja
A veces el tiempo juega en nuestra contra, así que hay que ponerlo a nuestro favor. Busca un día en el que no tengáis límites de tiempo. Puedes preparar el espacio con algo especial que le sorprenda. Usa la imaginación. Todo aquello que pueda aumentar el erotismo es bienvenido.
Y sobre todo… “No te rindas, por favor no cedas, (…) Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo, porque cada día es un comienzo nuevo, porque esta es la hora y el mejor momento, porque no estás solo, ¡porque yo te quiero!” (Mario Benedetti).
Elena Serrano Drozdowskyj, Psiquiatra.
Coordinadora de la Unidad de Salud Mental Perinatal.
Consulta Dr. Carlos Chiclana.