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Perdón y salud mental

La psicóloga Leticia Noriega escribe este artículo en el que define qué es el perdón, explica sus etapas y señala los beneficios de perdonar y la repercusión que tiene en la salud mental.



El perdón es un concepto que, desde que somos muy pequeños, nuestros padres nos enseñan a vivir. Si te enfadas con tu hermano, tienes que pedirle perdón después, y si en el cole un niño te chincha, tienes que perdonarle.

Seguramente todos tengamos la experiencia de que perdonar no es algo que se pueda hacer rápido. Hay heridas que tardan mucho tiempo en cicatrizar y curarse del todo... Pues lo mismo ocurre con el perdón.


¿Qué es el perdón?


Enright y sus compañeros del Human Development Study Group lo definen como: “el deseo de abandonar el resentimiento y respuestas relacionadas (a las que las víctimas tienen derecho) y el esfuerzo por responder al ofensor basado en el principio moral de la beneficencia, que puede incluir compasión, aprecio incondicional, generosidad y amor moral (al que el ofensor, debido a la naturaleza de la ofensa, no tiene derecho)" (Enright y Fitzgibbons, 2000, p. 29).


El concepto ha sido ampliamente estudiado, pero algo en lo que la gran mayoría de autores están de acuerdo es en que perdonar implica un deseo de querer sustituir sentimientos negativos hacia alguien que nos ha ofendido por sentimientos positivos. Lawler-Row et al. (2007) presentan un modelo que integra tres dimensiones en el perdón: 1) la orientación (hacia uno mismo o hacia los demás), 2) la dirección (puede estar dirigido a disminuir las conductas negativas, al aumento de las positivas o hacia ambas) y 3) el tipo de respuesta (conductual, emocional o cognitiva). Como es lógico, las múltiples combinaciones que se puedan dar entre estas dimensiones hacen ver que el perdón no es fácil de definir y desde luego, que no es algo sencillo de vivir.


Enright (1996) explica tres tipos de perdón: el perdón a uno mismo, el perdón a los demás y el percibimiento del perdón, es decir, cómo uno recibe el perdón de otra persona. Otros autores, como Thompson et al. (2005), proponen también el perdón a las circunstancias, que corresponde a perdonar una situación que no depende de nadie (ej.: un terremoto que destroza una ciudad).


A menudo, cuando alguien nos ha ofendido, somos capaces de perdonar, pero la relación que manteníamos antes no vuelve a ser la misma o, directamente, se termina. ¿Esto significa que realmente no perdonamos? No. En ese caso, lo que no se ha producido es una reconciliación, pero sí puede haber tenido lugar un perdón verdadero. La diferencia entre estos dos conceptos es que, para que se produzca el perdón basta con que una de las dos personas quiera hacerlo (es un trabajo personal de cambio de emociones y sentimientos hacia la otra persona) y, sin embargo, para reconciliarse, es necesario un acuerdo entre los dos (cambio conductual) (Enright et al. 1992). Lo que sí es cierto es que, a veces, explicitar el perdón o que alguien lo explicite cuando tú eres el ofendido puede ayudar a cerrar la herida.


Beneficios del perdón


  • En la respuesta cardiovascular. Se ha observado que cuando una persona perdona, se reduce tanto su tasa cardiaca como su presión arterial.

  • A nivel muscular. Quien perdona acumula menos tensión muscular facial.

  • Mejoras en el funcionamiento del sistema inmune.

  • En el funcionamiento del sistema nervioso. Un estado de “no perdón” mantenido en el tiempo altera el funcionamiento del sistema nervioso parasimpático y aumenta la actividad del simpático de tal manera que, mantenido en el tiempo, puede hacer daño a nuestra salud.


Beneficios emocionales

  • Mejora el estado de ánimo. En un estudio realizado por Witvliet et al. (2002), las personas que se imaginaban a sí mismas pidiendo perdón, perdonando o reconciliándose con otras personas, se sentían menos enfadados, tristes y culpables que cuando imaginaban otras situaciones en las que no había habido perdón.

  • Mayor bienestar psicológico y mayor nivel de satisfacción con la propia vida (Bono et al., 2008; Krause y Ellison, 2003).


Perdonar es bueno para la cabeza

El primer estudio sobre el perdón y beneficios en la salud mental fue realizado por Hebl y Enright en 1993. En este estudio se pudo ver como mayores niveles de perdón daban lugar a una mayor autoestima, a menor depresión y a menor ansiedad. Después de este, se ha ido comprobando que, efectivamente, perdonar reduce la ansiedad y la depresión notablemente y que, de hecho, tanto el perdón a uno mismo como el perdón a otros, es factor protector del desarrollo de sintomatología depresiva (Toussaint et al. 2012).


El perdón también influye positivamente en una reducción del estrés percibido (Friedberg et al., 2009) y el “no perdón” da lugar a una mayor puntuación en indicadores de psicopatología del cuestionario de personalidad MMPI (Mauger et al., 1992).



¿Cómo lo hago?

Ya hemos visto que el perdón es un proceso y, como todos los procesos, hay ciertas etapas que es necesario ir cumpliendo para que tenga lugar un verdadero perdón.


1. Reconocer el daño


2. Querer perdonar

El perdón es un derecho, no un deber, es decir, quien perdona tiene que decidirlo por sí mismo: no se puede obligar a nadie a perdonar y, en el caso de que esto ocurra, no existe un verdadero perdón. (Prieto Ursúa, 2017). Perdonar necesita de la libertad y de la voluntad; como a amar se empieza queriendo amar, a perdonar se empieza queriendo perdonar. Es importante que la persona tome la decisión de querer hacerlo.


3. Aceptar e identificar para poder cambiar

En tercer lugar, la persona que ha recibido la ofensa ha de aceptar lo que le produce la transgresión: enfado, rabia, dolor, resentimiento, etc. Es decir, hay que identificar los sentimientos hacia el transgresor, para poder ir, poco a poco, cambiando esos sentimientos destructivos, por conductas, emociones y pensamientos constructivos.


4. Buscar estrategias

La última parte del proceso de perdón incluye la búsqueda y el establecimiento de estrategias para protegerse a uno mismo del dolor, no a modo de caparazón sino a modo de regalo hacia uno mismo: “voy a ver qué me ha pasado para que, si me vuelve a ocurrir, sepa cómo hacer para que no me duela tanto”.


Después del proceso iría el momento de explicitar el perdón, pero, como ya se ha expuesto anteriormente, no es necesario al 100%.



Recapitulando...


Perdonar al otro, perdonarse a uno mismo y recibir y aceptar el perdón de alguien que nos ha hecho daño implica querer cambiarnos a nosotros mismos de tal manera que podamos sustituir los sentimientos desagradables hacia otra persona/nosotros mismos, por sentimientos que nos hagan crecer. Esto que ocupa unas líneas de explicar es un proceso largo y que muchas veces duele, pero a largo plazo no perdonar nos hace mucho más daño a nosotros mismos. Es como cuando se te mete una piedrecita en el zapato en una excursión: al principio la notas un poco, pero, por no querer pararte para sacártela (o no estar preparado todavía para ello porque estás subiendo una cuesta muy empinada), se termina haciendo una llaga mucho más grande que tardará más en cerrarse y desaparecer por completo.


Al final, perdonar es cerrar un proceso en el que has sido dañado y no hacerlo significa seguir condenándote a ti mismo a aguantar con el dolor mucho más tiempo. Quizá puedas pensar que el otro no merece que le perdones... pero de lo que estoy segura es de que tú, si mereces perdonar para poder soltar lastre, crecer y seguir viviendo.


Leticia Noriega

Psicóloga



Referencias


Bono, G., McCullough, M. E. y Root, LO. M. (2008). Forgiveness, feeling connected to others, and well-being: two lomgitudinal studies. Personality and Social Psychology Bulletin, 34, 182-195.

Coleman, P. W. (1998). The process of forgiveness in marriage and the family. Exploring forgiveness, 75-94.

Enright, R. D., y Fitzgibbons, R. P. (2000). Helping clients forgive: An empirical guide for resolving anger and restoring hope. Washington, DC: APA.

Enright, R. D., Gassin, E. A. y Wu, C, (1992). Forgiveness: A developmental view. Journal of Moral Education, 21, 99-114.

Enright, R.D., (1996). Counselling within the forgiveness triad: On forgiving, receiving, forgiveness, and self- forgiveness. Counseling and Values, 40(2), 107-126.

doi: 10.1002/j.2161-007X.1996.tb00844.x

Fincham, F. D. (2009). Forgiveness: Integral to Close Relationships and inimical to justice? Virginia Jpurnal of Social Policy and the Law, 16, 357-384.

Hebl, J., y Enright, R. D. (1993). Forgiveness as a psychotherapeutic goal with elderly females. Psychotherapy: Theory, Research, Practice, Training, 30(4), 658-667. doi: 10.1037/0033-3204.30.4.658.

Krause, N. y Ellison, C. (2003). Forgiveness by God, forgiveness of others, and psychological well-being in late life. Journal for the Scientific Study of Religion, 42, 77- 93. doi: 10.1111/1468-5906.00162

Lawler-Row, K., Scott, C. A., Raines, R. L., Edlis-Matityahou, M. y Moore, E. W. (2007). The Varietis of Forgiveness Experience: Working Toward a Comprehensive Definition of Forgiveness. Journal of Religion and Health, 46(2), 233-248.

Mauger, P.A., Perry, J. E., Freeman, T., Grove, D. C, McBride, A.G. y McKinney K.E. (1992). The measurement of forgiveness: preliminary research. Journal of Psychology and Christianity, 11, 170-180.

Prieto-Ursúa, M. (2017). Perdón y salud. Introducción a la psicología del perdón. Publicaciones de la Universidad Pontificia Comillas (Madrid, España).

Thompson, L.Y. Snyder, C. R., Hoffman, L., Michael, S. T., Rasmussen, H. N., Billings, L. S., et al. (2005). Dispositional forgiveness of self, others and situations. Journal of Personality, 73(2), 313-359. doi:10.1111/j.14676494.2005.00311.x

Toussaint, L. L., Owen, A. D., y Cheadle, A. (2012). Forgive to live: Forgiveness, health, and longevity. Journal of Behavioral Medicine, 35(4), 375-386.

Witvliet, C. V. O., Ludwig, T. E., y Bauer, D. J. (2002). Please forgive me: Transgressors’ emotions and physiology during imagery of seeking forgiveness and victim responses. Journal of Psychology and Christianity, 21, 219-233.


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