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Los besos como grandes olvidados en el sexo

La psicóloga Ana Rueda Muñoz, que actualmente realiza una estancia en nuestra Consulta, escribe este artículo para el blog de Sexualidad y Salud de la Consulta, en el que explica la importancia de los besos en una relación sexual, así como los beneficios y las funciones que tienen.



“Nunca había entendido porqué la gente les da tanta importancia a los besos; es sólo un contacto entre dos bocas. Yo sentía más conexión con el sexo. Un acto con un principio y un final. En cambio, eso no existe en los besos, ¿cuándo debe terminar?, ¿cuándo parar? No es instintivo, es emocional. Era todo lo que no logré ser, y al besarla a ella me di cuenta de que llevaba media vida equivocado. Un beso es…intimidad, deseo, temblar por dentro. Un beso puede ser más devastador que un orgasmo y más peligroso que cualquier otra cosa que hubiese podido decirme con palabras. Porque ese beso…, ese beso se iba a quedar conmigo para siempre, lo supe en cuanto cerré los ojos". Todo lo que nunca fuimos: Deja que ocurra. Alice Kellen



¿Recuerdas cómo fue tu primer beso? Es posible que fuera emocionante y excitante a la par que incómodo y torpe. Aunque esto parece un juego de niños, realmente no lo es, ya que está demostrado que a través de los besos se puede crear un aura de intimidad mucho más intensa que con cualquier otro aspecto de los actos sexuales.


Pero, si nos paramos a pensar en lo más simple de todo esto, ¿qué es besar?, probablemente cada uno tenga una respuesta idónea. Para unos, los besos son un signo de dulzura, atención y cariño, mientras que para otros supondrán la verbalización de la pasión y el erotismo, es posible también que todo dependa del momento y la persona con quien compartas esos besos.


Ahondando un poco más, ¿son los besos solo química? ¿existe un vínculo especial entre los besos y la sexualidad? ¿existe el buen besador o besadora? ¿a mayor número de besos habrá más frecuencia de relaciones sexuales o estas serán de mejor calidad?


Aunque las investigaciones respecto a los besos son pocas y muy recientes, los estudios establecen fuertes conclusiones respecto a que las funciones y beneficios de éstos son múltiples y muy diversas.


Un estudio realizado en Reino Unido publicado en Archives of Sexual Behavior sugiere que los besos románticos pueden utilizarse en las relaciones afectivas y sexuales humanas para evaluar la idoneidad de una posible pareja, para mediar en los sentimientos de apego entre los miembros de una pareja o para facilitar la excitación e iniciar relaciones sexuales.


Este estudio exploró estas funciones de los besos románticos al examinar las actitudes hacia la importancia de besar en diferentes contextos realizando un cuestionario que fue cumplimentado por 308 hombres y 594 mujeres de entre 18 y 63 años por todo el mundo.


Se encontró en esta investigación que, sobre todo, las mujeres y los participantes que valoraban positivamente estar en pareja afirmaban que el beso inicial con una persona afectaba significativamente a la atracción posterior que sintieran por ellos. En el polo opuesto, los hombres consideraban que los besos adquirían mayor importancia cuando las relaciones se mantienen en el tiempo y son más duraderas.


A pesar de esta pequeña controversia el estudio consiguió demostrar que, a mayor número de besos en una pareja, mayor nivel de satisfacción existirá en la misma. Mientras que no encontraron evidencia para poder afirmar que la función principal de los besos sea elevar los niveles de excitación en el acto sexual.


Este estudio contempla diversas posibilidades para poder explicar todas estas funcionalidades en los besos y se apoya en otras investigaciones como las realizadas en Estados Unidos por el Laffayette College, que planteaban que los besos desencadenan la liberación de neurotransmisores como las endorfinas o la oxitocina provocando sensación de deseo y placer, así como euforia o “subidón”. Por otro lado, afectan directamente a los centros de recompensa del cerebro mediante la secreción de dopamina.


Así mismo, también se conoce que ayudan significativamente a combatir el estrés y la ansiedad debido a que como ya comentábamos anteriormente, los besos fomentan la producción de oxitocina, la cual genera automáticamente una disminución de los niveles de cortisol, que es la hormona que se produce en respuesta al estrés.


Y, añadiendo un dato curioso respecto a las funciones de los besos, se conoce que estos contribuyen incluso al fortalecimiento del sistema inmunitario debido al intercambio de bacterias que se produce durante los mismos.


Como ya comentábamos, los estudios al respecto son escasos, e independientemente de todas estas funciones del beso las hipótesis apuntan a que los besos producirán más o menos efectos según sea la persona con quien se intercambia y el lugar donde se dé el beso. Asegurando que son claves la intención y el vínculo para producir sensaciones o favorecer el nivel de excitación.


En concreto, los besos con intencionalidad erótica se consideran una muestra afectiva que forma parte del acto sexual. Tradicionalmente se ha tendido a clasificar los besos como “preliminares” cuando esto le resta capacidad de disfrute. Hay incluso investigaciones que demuestran que algunas personas pueden llegar a experimentar un placer sexual intenso solamente con besos. En el polo opuesto, también se valora que cuando los besos no son deseados activan la respuesta de aversión y rechazo.


Todo esto lo valoraron midiendo los cambios biológicos que se asocian a la excitación como el aumento de la circulación sanguínea en la zona genital, la piel erizada, la aceleración del corazón, el aumento de la frecuencia respiratoria, la aparición de la tensión muscular o el aumento de la sudoración.


En un estudio realizado con estudiantes universitarios, se les preguntaba a parejas con una duración de al menos 6 meses la frecuencia con que se daban besos específicamente durante las relaciones sexuales y besos en general en su día a día.

Los resultados vislumbraron lo que muchos ya sospechaban, que aumentar el número de besos durante el sexo facilita la generación de nuevos encuentros sexuales y aumenta la frecuencia del orgasmo femenino, además de que los besos del día a día incrementan la satisfacción general con la relación de pareja.


Otro de los aspectos que observan estas autoras es que para las mujeres besar es un signo de mayor cercanía emocional y en consecuencia de mayor excitación, además de que la ralentización del acto sexual que provocan los besos favorece también el orgasmo femenino. Este es un aspecto que los hombres no necesitan tanto, ya que su estimulación proviene de múltiples vías como el tacto o incluso el oído.


Definitivamente alentar los besos durante las relaciones podría romper la famosa “brecha del orgasmo” que aduce que los hombres llegan más fácilmente que las mujeres al orgasmo.


Aunque las investigaciones son escasas sus resultados son concluyentes, los besos favorecen no solo la satisfacción general de las relaciones de pareja, sino también la satisfacción en las relaciones sexuales. Sin embargo, esta demostración de cariño y pasión tan central en nuestro mundo solo está presente en un 46% de las culturas del mundo.


Ante todo, esto solo se puede concluir en lo siguiente:


¡A besarse!




Ana Rueda Muñoz

Psicóloga General Sanitaria

G. Trabajo e Investigación en Sexualidad

Consulta Dr. Carlos Chiclana




BIBLIOGRAFÍA


Hughes, S. M.; Harrison, M. A. y Gallup, G. G. (2007). Sex differences in romantic kissing among college students: an evolutionary perspective. Evolutionary Psychology, 5(3). 612-631.


Jankowiak, W. R.; Volsche, S. L. y Garcia, J.R. (2015), Is the Romantic–Sexual Kiss a Near Human Universal? AMERICAN ANTHROPOLOGIST, 117, 535-539.


Verhaeghe, J.; Gheysen, R. y Enzlin, P. (2013). Pheromones and their effect on women's mood and sexuality. Facts, views & vision in ObGyn, 5(3), 189–195.


Wlodarski, R. y Dunbar, R. I. (2014). What's in a kiss? The effect of romantic kissing on mating desirability. Evolutionary psychology: an international journal of evolutionary approaches to psychology and behavior, 12(1), 178–199.





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