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  • Myriam Quemada

Cómo reconocer nuestras emociones


Artículo publicado por Myriam Quemada para la revista europapress.

Tengo una amiga que cuando le preguntas "¿Cómo estás?" Te responde, "¿bien, o te cuento?"

¿Por qué nos cuesta tanto hablar de cómo nos sentimos realmente?, ¿será que tememos que no le interese a nuestro interlocutor, o es que ni si quiera nosotros mismos sabemos cómo nos sentimos?

Las emociones forman parte de nosotros desde que nacemos, vienen "de serie", son herramientas fundamentales para nuestra supervivencia, ya que nos dan información muy relevante sobre el camino que debemos tomar.

Por ejemplo, en la antigüedad, el homo sapiens sabía que cuando tenía miedo debía correr, y cuando sentía asco, debía dejar de comer aquella planta. El ser humano ha evolucionado, sobre todo en la capacidad de razonamiento y por ese "endiosamiento" del pensamiento ha dejado de lado las emociones, pensando, valga la redundancia, que estas eran primitivas.

Las emociones en el siglo XXI siguen siendo tan importantes como en épocas anteriores. Cuando un ejecutivo de hoy siente tristeza y esa tristeza se va cronificando, su organismo también le está mandado un mensaje importante para su supervivencia, le está diciendo algo así como "¿estás seguro de que este es el ritmo de vida que quieres?, o ¿son las cosas a las que más tiempo dedicas verdaderamente tus prioridades?

Ciertamente el pensamiento humano ha evolucionado, y esto es también ventajoso, ya que mediante el pensamiento podemos influir de manera sorprendente sobre las emociones que sentimos, para bien o para mal. Repítete por ejemplo, durante un minuto "soy una auténtica porquería", luego mira a ver cómo te sientes. Te imaginas el resultado ¿no?

Los pensamientos que tenemos sobre las cosas que nos van pasando *generan en nosotros las emociones que sentimos". Ante un mismo acontecimiento dos personas pueden sentirse completamente diferentes en función del razonamiento que hagan sobre este hecho, que vendrá influido por multitud de variables como, experiencias previas, aprendizaje, formación, biología, etc. Por ejemplo, dos personas a las que le gastan la misma broma telefónica desde la radio pueden reaccionar de maneras tan diversas como profundamente enfadas o realmente divertidas.

También podemos verlo en personas que rompen una relación de pareja, parte de la duración del duelo vendrá moderada por el razonamiento que cada una haga sobre lo ocurrido. Algunas se dicen "nunca voy a encontrar a una persona que me quiera como ella, voy a pasarlo fatal los fines de semana sin saber qué hacer, nunca más conoceré a alguien".

En cambio, otras piensan "qué triste me siento, le voy a echar de menos, pero puedo conocer a alguien con quien conecte y puedo aprovechar este tiempo para hacer cosas nuevas y conocer gente nueva, voy a meterme en actividades que me gusten". ¿Cuál crees que se recuperará antes?

Este ejemplo es extrapolable a cualquier otra circunstancia de la vida. Todos conocemos personas que se ahogan en un vaso de agua y otras que muestran una fortaleza y alegría envidiables, ¿dónde está el truco de estas últimas? Una de las herramientas que tienen son los pensamientos. No lo son todo, pero ayudan significativamente.

Las emociones básicas son seis: la tristeza, la alegría, sorpresa, el miedo, el asco o aversión y el enfado. Cada una nos está informando sobre algo de nosotros mismos. El mensaje aproximado que nos manda nuestro organismo sería algo así como:

Miedo: "protégete"

Sorpresa: "entérate de que está pasando"

Aversión: "lo que tienes delante no te conviene"

Ira: "no permitas que te agredan"

Alegría: "trata de reproducir este suceso que te hace sentir bien"

Tristeza: "replantéate el camino por el que estás yendo"

Todas ellas nos dan información sobre nosotros, el entorno y las relaciones, no hay emociones buenas o malas, en todo caso más o menos agradables, pero todas nos están mandando un mensaje que podemos conocer, nos ayudan a "sobrevivir", a crecer, a enriquecernos, a conocernos más a nosotros y a los demás, a darnos cuenta del tipo de relación que estamos estableciendo* y a mucho más. Veamos cómo.

Un paciente me decía durante la terapia que estaba muy enfadado con Dios por la muerte de su madre. En ocasiones hay emociones que pueden resultarnos tan dolorosas que sin darnos cuenta las camuflamos con otras que puedan resultar "más fáciles de llevar". En este caso, mi paciente en realidad sufría un dolor desolador por la muerte de su madre, pero le era más fácil sobrevivir camuflando esa tristeza bajo un supuesto enfadado con Dios.

Si miramos dentro y somos honestos con nosotros mismos encontraremos la emoción pura, la verdadera. Para identificar cuál puede ser la emoción de fondo nos puede ayudar utilizar el sentido común, preguntarnos ¿qué sería lo que la mayoría de las personas sentirían si falleciese un ser querido? Esto te puede dar una pista de si la emoción pura se está enmascarando con otra.

¿CÓMO PODEMOS APRENDER DE NUESTRAS EMOCIONES?

1. Percibe las señales emocionales cuanto antes. Para esto debemos pararnos de vez en cuando y preguntarnos ¿cómo me siento?

2. Localiza la emoción físicamente en el cuerpo. ¿Dónde estoy sintiendo esta tristeza o este enfado? Puede ser que el enfado lo sintamos en el pecho o en las mandíbulas y la tristeza en el corazón o en la garganta. Haz un chequeo mental sobre todo tu cuerpo y localiza de donde sale la emoción.

3. Pon nombre a todos los sentimientos presentes. En ocasiones lo que sentimos son mezcla de emociones, puedes sentirte enfadado y decepcionado, o sentirte triste y desanimado. Trata de deshacer la mezcla poniendo nombre a cada una de las emociones que localices.

4. Acepta los sentimientos que tengas, sean cuales sean, para eso es importante no juzgarlos, solo ponerles nombre y aceptar que están en ti. No te juzgues a ti mismo tampoco por sentirlos.

5. Busca las causas de esos sentimientos hasta que entiendas por que están ahí. ¿Por qué me siento enfadado? Esta mañana estaba bien cuando me he despertado, y cuando he llegado al trabajo ya me sentía irritable, ¿qué ha pasado en ese período de tiempo? ¿Ha sido el atasco o la llamada de mi suegra lo que me ha enfadado? Es útil hacer un repaso del día para encontrar la causa de la emoción si esta no está clara.

6. Distingue los avisos útiles de las falsas alarmas. Si me ha puesto de mal humor el atasco y este ya ha pasado, ¿tiene algún sentido que mantenga el enfado a lo largo del día?, si por el contrario, siento preocupación por un asunto que hay que resolver, esa preocupación será útil hasta que resuelva el asunto

7. Aprende de la situación y planifica el futuro. Si por ejemplo, estás enfadado contigo mismo por no haber sabido decir que no a un compromiso al que no deseas ir, puedes crearte una nota mental donde te digas que en próximas ocasiones evitaras decir que sí a compromisos a los que no deseas acudir.

8. Una vez hayas completado todos estos pasos, distráete, ¡haz algo con lo que disfrutes!

¿Cómo te sientes ahora?

Myriam Quemada

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