Artículo publicado por el Doctor Carlos Chiclana para el Confidencial Digital.
Visitaba a un preso en una cárcel española. Allí, por no haber, no había ni crisis. Nos echaron del despacho médico. Lo necesitaban para curar a alguien. Fuimos a un patio interior gris de 30 metros cuadrados grises. Altos muros grises sin ventanas y suelo gris de hormigón. En el centro un desagüe con rejilla de hierro oxidada.
El preso me dijo: mira, para uno de tus artículos. Los recibe por correo postal, no está permitido el acceso a internet. En el centro del patio, nutrida por la humedad del desagüe una mata verde con brillantes flores amarillas desafiaba a los elementos del ambiente.
Gritaba serenamente que incluso allí había lugar para la vida y derecho a sonreír. Incluso hasta allí podía llegar una semilla, arraigar, crecer y alegrar la vista de un preso. ¿Cómo llego la semilla? Quizá empujada en el vaivén del fresco viento pirenaico o quizá en una deyección de un pájaro (en una caca, vamos, que luego me dicen que me pongo muy serio en los artículos). Cuando despertó la semilla ya estaba allí.
Comienza el curso académico. Se renuevan las ilusiones. Hacemos nuevos propósitos. Las editoriales los saben e inundan los quioscos con propuestas para el inglés, la cocina, adelgazar… Comienza también una nueva estación. Las niñas de otoño mudan su sonrisa bronceada por piernas de largas medias de colores.
La moda siempre atenta a que nos renovemos por fuera anima a renovarnos por dentro. Los más pequeños pasan corriendo y dejan el olor de un cuaderno nuevo en el aire. Con la nueva aplicación del móvil lo recoges para poder enseñarlo en casa y que todos lo huelan: tenemos cuadernos nuevos, es septiembre.
Una buena oportunidad para sembrar una semilla. Es constante y real el bombardeo de malas noticias, crisis, problemas, dificultades, zancadillas, traiciones y desesperanza. A algunos no nos quedan fuerzas ni ganas para renovarnos. ¿No queda en este patio gris una pequeña alcantarilla para que arraigue una semilla? Aunque sea un grano de mostaza.
Estos días antes del inicio del curso académico salías de casa a primera hora y las calles te recompensaban con el sonido de tus propios pasos. Escuchas la sombra de tus huellas. El sonido de tus pies al marcar el cemento de las aceras te hace saber que eres tú el que está ahí caminando con un propósito. Un escaparate te devuelve tu imagen y confirma que sí, eres tú. De nuevo tú eres el protagonista. Tu caminar no es indiferente. Se escucha, lo sientes.
Te cuesta un montón dar cada paso sin arrastrar los pies. Y sale un médico en la tele. Ha tenido que dar una rueda de prensa para explicarnos que la depre postvacacional no existe. Que es necesario echarle ganas. Aunque según un estudio realizado en la Universidad de Dresden el 38% de los europeos padeció una enfermedad mental en 2010.
Tú eres el protagonista, tu papel no da igual. Nuevo curso, mismo esfuerzo. Nuevas relaciones, mismas personas. Nuevo amor, misma entrega. Ser libre a principio de curso con innovación, fuerza, sacrificio, esfuerzo, constancia, creatividad, interés, iniciativa, proactividad, resistencia, compromiso, paciencia, diligencia, aventura, riesgo, fortaleza, reciedumbre, inconformismo, intrepidez, sorpresa, satisfacción y disfrute.
En un reciente congreso de psiquiatría se discutió acerca del tan denostado perfeccionismo. Sabemos también que hay un perfeccionismo bueno y adaptativo que facilita la buena salud mental. Es aquel que se pone metas personales asequibles y que se alegra y satisface al conseguirlas. Genera satisfacción y disfrute.
Vale la pena intentarlo. Si te quedas quieto al final te piensas que eres una estatua donde las palomas tienen derecho a dejar lo que les sobra, como si no pudieras hacer nada. Te crees incapaz e indefenso. Sí puedes hacer algo, no estás indefenso. Nadal también falla y remonta. La Real Sociedad empata al Barça. Quizá un “mini-método” de tres elementos puede ayudarte a tener metas asequibles cada día, a cada paso, dejando tu huella.
Primero: reflexiona cada mañana tres minutos sobre cómo vas a disfrutar de lo que hagas ese día, qué meta te pones en cada actividad, dónde puedes sembrar esa semilla que alegre el patio gris que tienes para vivir. Una inversión segura es la ayuda a los demás.
Segundo: en cada hora del día dedica un minuto a pensar cómo vas a vivir esa hora, cómo le vas a sacar jugo, en qué y quién te vale la pena estar atento y vívelo en presente. No como aconseja un banco que propone “Disfruta del presente pensando en el futuro”, sino disfruta del presente pensando y sintiendo el presente.
Tercero: por la noche, en dos minutos, observa las flores que ha dado tu semilla. Seguro que alguna encuentras y aún entre los muros grises de esta dura época puedas considerar que aun conservas la libertad y tienes motivos para la esperanza.