El psicólogo Javier Ortiz escribe este artículo en el blog de Neuropsicología y Salud de la Consulta, en el que habla del uso de fármacos para el TDAH en personas que no padecen el trastorno y los efectos que pueden tener.
¿Sabías que algunos de los medicamentos comúnmente recetados a pacientes con TDAH tienen el mismo potencial adictivo que el fentanilo o la cocaína? En los últimos años ha crecido la alarma por el uso indebido de fármacos como Adderall o Concerta, (normalmente recetados en casos de TDAH) por parte de estudiantes de colegios y universidades. Está alcanzando unas dimensiones preocupantes, y es que un elevado consumo de estas sustancias puede tener consecuencias irreversibles en la persona.
El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), en un gran porcentaje de los casos (cerca del 67%) requiere de medicación para ser tratado. Además, este trastorno es el más diagnosticado en menores y adolescentes en España (casi 7 de cada 100 lo padecen), por lo que, indudablemente, este trastorno y su medicación asociada gozan de gran popularidad. Es en parte esta popularidad la que ha favorecido que sean de los medicamentos más consumidos sin prescripción médica por parte de estudiantes, sobre todo universitarios, para mejorar su rendimiento académico.
Existen numerosos estudios sobre el perfil de persona que consume estos fármacos de forma ilegal, observando que se consumen mayoritariamente por estudiantes de entre 18 y 25 años, y algunas características comunes son: suelen ser los estudiantes con calificaciones más bajas, con mayor tendencia a la procrastinación y con una peor gestión del tiempo y, añadido a esto, el consumo de estos medicamentos suele estar asociado al consumo de otras drogas.
¿Cómo funciona la medicación del TDAH?
Los medicamentos empleados en TDAH se clasifican en: estimulantes y no estimulantes. Los primeros, a su vez, se dividen en estimulantes de metilfenidato (de acción rápida, intermedia o prolongada) y de anfetamina (de acción rápida y prolongada).
Los fármacos estimulantes como los compuestos de metilfenidato (como el Concerta) o de anfetaminas (como el Adderall) afectan a las vías dopaminérgicas y noradrenérgicas del cerebro, incrementando la concentración de estos neurotransmisores en la hendidura sináptica. Este incremento de dopamina y norepinefrina en el cerebro lleva consigo una serie de consecuencias visibles, como un mayor estado de alerta, aumento de concentración y memoria, regulando así los síntomas de inatención propios del TDAH.
Los efectos secundarios dependen de las dosis que consuma la persona, entre los más frecuentes se encuentran los mareos, insomnio, bajada de apetito, nerviosismo o sequedad bucal, entre otros. Existen también algunos efectos adversos que no se dan con tanta frecuencia, como psicosis, hipertensión, infartos de miocardio o muerte súbita, que se dan en casos extremadamente aislados entre aquellas personas que toman estos estimulantes con un seguimiento médico.
Uso indebido de estos medicamentos
Estudios realizados en Estados Unidos han encontrado una correlación inversa entre las calificaciones de los estudiantes y el uso de fármacos estimulantes para estudiar, lo que significa que los estudiantes que usan estas sustancias para estudiar suelen ser los que obtienen unas calificaciones más bajas.
En el momento en que una persona que no padece TDAH consume estos fármacos, siente que su capacidad de concentración aumenta drásticamente, pudiendo así, por ejemplo, estudiar durante más horas seguidas sin sentir fatiga y manteniendo un nivel de concentración elevado. Sin embargo, este efecto aparentemente favorable suele venir acompañado de otros efectos secundarios como ansiedad, irritabilidad, pérdida de apetito o peso.
Efectos a largo plazo
En cuanto a los efectos cognitivos, está demostrado que los medicamentos estimulantes no mejoran el CI de las personas, en tareas de aprendizaje asociativo no son efectivos y está demostrado que son medicamentos más efectivos a la hora de corregir déficits que para mejorar el rendimiento.
Entre los efectos adversos que puede producir el consumo de estos estimulantes se encuentran los problemas cardiovasculares, como hipertensión o taquicardia, o episodios psicóticos como los conocidos brotes psicóticos, además de que se han detectado casos de muerte súbita tras el abuso de estos fármacos. Esto, sin ser algo frecuente, es algo posible y que, sin el asesoramiento de un profesional, se vuelve más probable de suceder, al igual que el resto de los efectos adversos.
En conclusión, los fármacos estimulantes recetados a pacientes con TDAH realizan unas funciones específicas beneficiosas para algunas personas que sufren ese trastorno y, dado que no se ha demostrado que sean fármacos que actúen como “potenciadores cognitivos”, es un riesgo innecesario consumirlos sin sufrir TDAH, por los numerosos efectos adversos que puede ocasionar y los pocos beneficios que reportará su consumo.
Referencias bibliográficas
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