El Dr. Carlos Chiclana y la investigadora Gemma Mestre-Bach publican este artículo para The Conversation, en el que reflexionan a partir de los estudios científicos en este ámbito sobre el uso problemático de pornografía y las posibles consecuencias negativas que pueden derivarse de este.
Una de las consecuencias de la llegada de internet ha sido el aumento del uso de pornografía en línea. Esto ha generado un incremento de la investigación científica centrada en las posibles consecuencias de estos materiales.
Sin embargo, gran parte de los estudios han evaluado exclusivamente las consecuencias en los consumidores adultos. Probablemente, el hecho de que justamente la población más vulnerable a este tipo de contenidos sea la menos estudiada se deba, entre otros aspectos, a limitaciones éticas y prácticas, y a una cierta negligencia por parte de los formadores, que no quieren creer que niños y adolescentes acceden a estos contenidos.
Los menores disponen de un acceso ilimitado a múltiples y variados contenidos pornográficos. Sin embargo, debido a la etapa evolutiva en la que se encuentran, caracterizada, entre otros aspectos, por un cerebro aún en desarrollo, les resulta más dificultoso diferenciar entre realidad y ficción.
También se observa que los más jóvenes copian las conductas sexuales que visualizan en los materiales sexualmente explícitos y los consideran una potente herramienta de educación sexual.
Consecuencias negativas
Aunque algún autor se ha centrado en las posibles consecuencias positivas derivadas del uso de pornografía en los jóvenes, la realidad científica evidencia un incremento exponencial de investigaciones que evalúan la asociación entre el uso de pornografía y múltiples consecuencias negativas.
Respecto a las conductas sexuales, se ha observado que aquellos jóvenes que consumen pornografía presentan una mayor probabilidad de llevar a cabo sexo esporádico, sexo con amigos o sexo oral y/o anal. También refieren un mayor deseo sexual, mayor número de encuentros sexuales, múltiples parejas sexuales y una iniciación sexual más temprana, en comparación con aquellos adolescentes que no consumen pornografía.
Sin embargo, cabe destacar que otros autores no han observado efectos direccionales claros entre el uso de pornografía y el comportamiento sexual de los adolescentes, por lo que se trataría de una asociación controvertida.
En cuanto a las conductas sexuales de riesgo, algunos autores subrayan que existe una clara asociación entre la exposición a la pornografía y las relaciones sexuales sin preservativo en los adolescentes. Sin embargo, otros estudios encuentran esta asociación en población adulta, pero no en el caso de los menores.
¿Más conductas sexuales agresivas?
Diversos estudios sugieren que los jóvenes que ven pornografía violenta podría presentar más conductas sexuales agresivas y una mayor aceptación de la violencia en el noviazgo, aunque se requiere de más evidencia empírica para poder obtener resultados concluyentes.
Como factores predisponentes para una mayor probabilidad de consumo de pornografía y de su frecuencia, se ha encontrado la mayor impulsividad, el uso de alcohol y otras sustancias en el año previo, una menor vinculación emocional con los progenitores, alteraciones en el funcionamiento familiar y la violencia familiar.
Los adolescentes que han sido víctimas de violencia familiar presentan una mayor tendencia a consumir pornografía, y especialmente de contenido violento. Aunque algunos autores no han podido evidenciar una asociación clara entre el uso de pornografía y alteraciones en el bienestar psicológico, otros destacan que aquellos adolescentes que consumen pornografía presentan una mayor probabilidad de referir sintomatología depresiva y/o ansiosa, de reportar obesidad y de usar tabaco, alcohol y otras sustancias. No se ha encontrado asociación con las disfunciones sexuales en adolescentes, aunque sí en adultos.
Uso problemático
Existe cada vez más evidencia empírica que muestra una clara asociación entre el uso de pornografía y el uso problemático de pornografía. Aquellos adolescentes que consumen pornografía con más frecuencia presentan una mayor probabilidad de acabar reportando uso problemático de pornografía con consecuencias negativas para su vida sexual, sus relaciones personales y su bienestar, y es más probable que refieran sintomatología depresiva y un mayor interés sexual.
Los adolescentes que consumen pornografía de manera regular presentan una mayor propensión a mostrar actitudes de género negativas, y cuando perciben los materiales pornográficos como una herramienta de educación sexual muestran una mayor tendencia a percibir el sexo como un mero instrumento para la gratificación sexual.
La asociación entre el uso de pornografía y los factores mencionados con anterioridad es altamente controvertida. Esta falta de consenso evidencia la clara necesidad de disponer de más investigaciones longitudinales en esta línea que permitan llegar a conclusiones más sólidas sobre el posible impacto que los materiales sexualmente explícitos pueden tener sobre los más jóvenes y qué variables pueden ser mediadoras para que la pornografía tenga esos efectos perniciosos o no.
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